viernes, 9 de diciembre de 2016

Máximo Gómez y la Asamblea del Cerro.

Portada del libro Generales y Doctores.
 Por Eduardo

Estimado Yuniel:
La historia la escriben los hombres, y estos son al decir de Martí imperfectos como el sol que tiene manchas. Muchos de aquellos mambises, como el General Silverio Sánchez Figueras, que solicitó en la Asamblea del Cerro, dirigir el pelotón de fusilamiento en el supuesto caso que fuese necesario aplicar la pena capital al Generalísimo Máximo Gómez, no eran unos apátridas, sino simplemente hijos de su tiempo. 
La visión que tenían muchos de aquellos cubanos de los Estados Unidos no era la que pudiéramos tener nosotros, educados por la prédica de Fidel, el Che, y los estudios que como los de Emilio Roig de Leuchsenring, nos dieron a los cubanos la verdadera dimensión del diferendo casi tricentenario entre Cuba y los Estados Unidos, y las apetencias de dominación yanquis sobre “La llave del Golfo”. 
Aquellos héroes de dos y tres guerras veían en los Estados Unidos a la tierra de Lincoln, no la de Cutting y el General Custer. Muertos Martí y Maceo, quiénes tenían bien claro los verdaderos objetivos norteamericanos, el resto de la dirigencia de la República en Armas, tanto en el campo civil, como en el militar no contaban con un pensador del calibre del Titán y de Martí para confrontar la sagaz política y la diplomacia de veladas intenciones del poderoso vecino del norte. Los norteamericanos azuzaron a aquellos mambises asambleístas en el Cerro, provenientes de todos los cuerpos del Ejército Libertador, pero que no contaban con la visión política de crear un estado nacional libre de toda tutela extranjera contra el Generalísimo Máximo Gómez.