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El relevo generacional está garantizado |
Por Eduardo
Cuba, no sería Cuba sin sus
maestros. En los días en que tradicionalmente celebramos en la isla la “Jornada
del Educador”, es costumbre, y claro que debe, y tiene que ser así, hacer
mención de nombres como el de José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, José Antonio
Saco, Rafael María de Mendive, Enrique José Varona, Moralitos, y tantos otros
que dieron origen a una de las tradiciones pedagógicas, más significativas de
Hispanoamérica. Tradición, que constituye a la vez a lo largo de nuestra
historia, fuente del pensamiento humanista más avanzado de todas las épocas.
Esta sola mención bastaría,
pero no sería suficiente. En Cuba, y es algo de lo que todo aquel, que se
precie de haber nacido en esta tierra, debería enorgullecerse; la mayoría de
los Padres Fundadores de la nación, y numerosos héroes y mártires, han
contribuido como quería Martí, a la educación de los demás.
Horas antes de su
martirologio en San Lorenzo, el Padre de la Patria, como en tantos otros días, mientras
esperaba el salvoconducto para salir al injusto exilio; precisamente de manos
de aquellos que cometieron el crimen de lesa Patria que constituyó su
destitución como Presidente de la
República de Cuba en Armas, dedicó sus últimas horas a
enseñar a los niños de la prefectura mambisa donde se alojaba.