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El Hombre Luminoso por excelencia |
Por Eduardo
Estimados
lectores:
Hace
algunos años, específicamente en el 2004, realicé un viaje a la ciudad industrial
de Moa. Al regresar de ese periplo, escribí estas ideas que hoy comparto con
todos ustedes.
Un día leyendo un cuento de
Azorín, siendo apenas un adolescente imberbe, una frase del relato quedó
grabada en mi memoria. La sentencia que rubricaba el genial escritor español
decía textualmente “El tiempo es un niño
que juega a los dados”.
En
aquel instante de mi corta existencia, no era yo capaz de aquilatar el profundo
significado que aquellas palabras del protagonista encerraban. Hoy, que ya
comienzo a peinar canas, y empiezo a adentrarme en el período de la vida que
los optimistas nombran segunda juventud y los más trágicos madurez, quiero
reflexionar un poco acerca de una especie de hombres, que incluye por supuesto a las mujeres, cuyo paso por la vida
parece desafiar al inevitable designio del Dios Cronos.