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Monumento del "León de Judá", cerca del Ethiopian Hotel. |
Por
Eduardo
Orlando:
Yo
soy de los cubanos privilegiados que ha podido trabajar en varios países de
este contaminado mundo. Te puedo decir que nada se compara con el trabajo en
África. Tuve la oportunidad de trabajar por dos años en Etiopía. A los dos o
tres días de llegar a ese hermano país, toda la prensa comenzó a reproducir la
noticia de que el presidente de Eritrea consideraba que era imposible evitar
una guerra con Etiopía. A los dos días se mencionó el hecho de que un señor de
la guerra somalí se había introducido por la frontera sur y había entrado en
combate con tropas etíopes, recibiendo una soberana paliza.
A
los dos meses al gobierno de Etiopía se le ocurrió hacer una represa, y el
gobierno egipcio de Hosny Mubarak amenazó con que si le repesaban el Nilo, la
guerra empezaba entre Egipto y Etiopía. A los ojos del mundo nada sucedía, y
reinaba la paz, pero para mí fue una experiencia nueva, sobre todo si se
empieza a conocer cosas de las que uno no tenía la más mínima idea como la
guerra surgida entre Eritreos y Etíopes después de la caída de Mengistu. Cuando
los nuevos gobernantes de la etnia Tigray, cuya alianza con los eritreos, en
contra de los históricamente dueños del poder, los amaras, implicaba la independencia
de Eritrea una vez que cayera Mengistu alcanzaron su objetivo, le dieron la
mala a los eritreos, y no les entregaron todo el territorio que históricamente
fue de ellos.