sábado, 5 de diciembre de 2020

En Cuba el río solo tiene dos orillas.

Parque Céspedes en Santiago de Cuba. Foto ECURED

 Por Eduardo

Durante los últimos días nuestros medios han realizado una magnífica cobertura periodística sobre los sucesos acaecidos alrededor de la farsa escenificada por los personajes ahora conocidos como Movimiento San Isidro. Para una persona que como yo siempre ha estado vinculado a varias organizaciones cubanas cuya denominación incluye la palabra Movimiento, le es sumamente difícil entender como se le puede llamar movimiento a un grupito insignificante de seres humanos, cuya supuesta obra artística y política como decimos en Cuba, no la conocen ni siquiera las abuelitas de los aguerridos militantes al servicio de una potencia extranjera.

Pero mi intención no es precisamente, ni hacer una relatoría de esos sucesos en particular; ni de otros relacionados con el mismo, como la manifestación de jóvenes identificados como artistas frente al Ministerio de Cultura, la detención por desacato a las autoridades de un supuesto rapero que tampoco es reconocido por la Agencia Cubana del Rap, y un conjunto de actos terroristas cuyo financiamiento y preparación tuvo en las figuras de connotados terroristas cubano americanos radicados en Miami la autoría intelectual, y dentro de la isla su ejecución a un grupo de seres sin otra motivación que la de obtener dinero fácil sin doblar el lomo como dirían nuestros guajiros.