Al cubano que en ella no crea, se le debe azotar por cobarde.

 Por Eduardo

En la clásica serie de dibujos animados cubanos “Elpidio Valdés” destaco hoy un capítulo en el cual María Silvia, Pepe y Eutelia, acompañadas de un mulo muy denostado por el “mejor corneta del Ejército Libertador” por bruto y terco, tratan de hacer llegar a la tropa del Coronel Elpidio un paquetico muy valioso, mientras son perseguidos por el feroz contraguerrillero cubano al servicio de la Corona “Media Cara”. Después de muchas tribulaciones logran llegar al campamento mambí, y es entonces que se revela el contenido del disputado paquete. Contenía nada más y nada menos que la gloriosa Bandera de la Estrella Solitaria, la nuestra, la que quería el Apóstol sobre su loza con el ramo de rosas blancas.

Con la bandera ondeando, Elpidio ordena a Pepe tocar a degüello contra el cuadro español del “Glorioso 5to Regimiento de Cazadores”, el cual es derrotado en toda la línea. Al final del capítulo, un mambí se acerca al Coronel Valdés para dar el parte de batalla y le informa que el abanderado del cuadro español se encuentra abrazado a la bandera hispánica, y que de ninguna manera “la suelta el muy condenao”. En el fotograma siguiente aparece el soldadito español abrazando la bandera de combate del “Glorioso 5to Regimiento de Cazadores” mientras exclama ¡Viva España! Elpidio sonriendo le comenta al mambí que le dio el parte de guerra que el españolito no ha hecho otra cosa que lo que harían ellos mismos, defender su bandera a toda costa.

El relato anterior, más allá de la nostalgia por mis años de infancia, me motiva a introducir el tema al que hoy me quiero referir. Una bandera, o un estandarte, desde los tiempos antiguos representan los valores sagrados de los hombres, pueblos y naciones. Algunos de ellos, como la bandera del Tercer Reich, que tomó tergiversadamente del socialismo el color rojo, y de los antiguos arios la cruz gamada, son símbolos que representan antivalores. Cuando un neofascista yanqui durante el discurso del precandidato demócrata judío Bernie Sanders flamea una bandera hitleriana, exalta la existencia de un régimen que condujo al mundo a una conflagración que causó la muerte a millones de personas, muchas de ellas en horrendos campos de concentración.

Otro símbolo que los imperios de todos los tiempos adoran lo constituye la figura del Águila, quizás por el carácter de rapiña de estas hermosas aves. La Roma Imperial, el Imperio Napoleónico, el Imperio Ruso (esta tenía, y tiene al ser retomada por la Rusia actual, dos cabezas), la Alemania Nazi, y los Estados Unidos de América, han incluido en su sistema de símbolos a las águilas.

En los campos de batalla de toda la historia de la humanidad, los soldados defendían su bandera hasta morir. No había mayor humillación para un defensor de una causa que ver mancillada, o pisoteada su bandera en medio de la derrota. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, unas de las imágenes de mayor simbolismo lo constituyen aquellas en que los soldados del Ejército Rojo en el “Desfile de la Victoria”, arrojan al pie del Mausoleo de Lenin las banderas de los derrotados Ejércitos de la Alemania Nazi. No hay símbolo de mayor pureza patriótica que aquel en que los “Niños Héroes del Castillo de Chapultepec” se arrojan desde las murallas de la fortaleza envueltos en la bandera mexicana.

Estos tiempos, los del COVID – 19, están marcados por la batalla simbólica, en los que el imperio o sus acólitos tratan no solo de destruir los símbolos de las ideologías revolucionarias, sobre todo los vinculados al socialismo y el comunismo, sino que además apuesta por la liquidación de todos aquello que represente a las naciones en su reafirmación de la autodeterminación de los pueblos y su soberanía. En el caso de Cuba, como nuestros principales símbolos, los de los comunistas cubanos, no son otros que aquellos con los que los cubanos del siglo XIX se lanzaron a la lucha por la independencia, para destruir a la Revolución Cubana, no les queda otro remedio que atacar a los símbolos de la nación cubana.

Como somos continuidad, y al decir del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en Cuba ha habido una sola Revolución, nunca adoptamos la bandera roja, ni la hoz ni el martillo, ni cantamos otro himno que no fuese el de Perucho Figueredo. La Constitución de la República de Cuba, aprobada el 24 de febrero de 2019, por una abrumadora mayoría de 6 816 169 cubanos, lo cual representó el 86,8% del total de los votos establece que:

ARTÍCULO 2. El nombre del Estado cubano es República de Cuba, el idioma oficial es el español y su capital es La Habana. Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella solitaria, el Himno de Bayamo y el escudo de la palma real. La ley define las características que los identifican, su uso y conservación.

Siguiendo el curso a la institucionalidad, tras un proceso de debate y consulta popular, como ya es costumbre en nuestro país, se acaba de aprobar por nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular, la “Ley de Símbolos Nacionales”, la cual regula el uso, cuidado de los mismos, así como los deberes y derechos de la ciudadanía para con ellos.

La contrarrevolución cubana, que se dice muy patriótica, realiza una campaña mediática en pos de la liberación de un nuevo “héroe” de sus desprestigiadas carreras al servicio del imperio que ahora mismo recrudece sus agresiones en contra de la Patria. Pululan por las redes unas infames imágenes de este personaje, al cual se le ha detenido por la Policía Nacional Revolucionaria. Este apátrida, cuyo blanco predilecto es nuestra bandera, al conocer de la publicación de la Ley de Símbolos posteó en las redes sociales en buen cubano, que se pasaba esta por sus compañones y que usaría nuestra bandera (¿será suya también?) como le saliera de sus masculinidades.

Algunos defensores le han salido al caballerito, de afuera, lo cual es entendible, y otros de adentro. Estos últimos, sobre todos vinculados a un cada vez más ambiguo políticamente sector de una seudofarándula nacional, más preocupada de lo que no los ataquen en los canales y estaciones de radio de Miami, y de los espurios dineros que logran en sus contraticos en la Vice City, que en defender la dignidad de la mayoría de los cubanos que luchamos por lograr la prosperidad de la nación agredida ahora más que nunca por los Jefes del Imperio Norteño, quienes no cesan de atacar a Cuba, su Revolución y su pueblo ni un solo segundo.

Los descolocados defensores de adentro y de afuera basan su defensa en una supuesta “Libertad Artística” del ofensor de nuestro símbolo Patrio. Muchos de los miembros de la seudofarándula nacional lo hacen basado en el supuesto de que el resto de los cubanos somos un hato de ignorantes desconocedores del “arte”. Y es que como expresara nuestro Apóstol, “cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”.

Muchos cubanos, quizás no salgamos en la Televisión, y quizás nadie ni nos reconozca en una multitud, como a esos científicos nuestros creadores del Interferón que tan buenos resultados está dando en la lucha contra el coronavirus, pero de lo que pueden estar completamente convencidos los preocupados defensores de lo indefendible, es que sabemos distinguir entre un verdadero artista, incluyendo a algunos grandes artistas nuestros que en los últimos tiempos están cerrando filas con las campañas en contra de la Revolución, y un personaje fabricado como es este que nos quieren vender como si fuese Wifredo Lam o René Portocarrero.

Nuestros libertadores a los traidores a la causa de Cuba, lo cual incluía a los ofensores de la bandera de la Estrella Solitaria, los colgaban de una mata de Guásima, la mayoría de las veces en juicios sumarios con todas las garantías procesales como establecieron los excelsos tribunos que nos crearon la Patria en la llanura camagüeyana de Guáimaro. A este no le alcanzaría una pena tan severa, pero tampoco sus acciones deben quedar en la impunidad en virtud de una supuesta “libertad artística”. Como plantea el Derecho Romano: “Dura lex, sed lex”.

Nuestro Código Penal en su Capítulo III, Ultraje a los Símbolos de la Patria, establece:

ARTÍCULO 203: El que ultraje o con otros actos muestre desprecio a la bandera, al himno o al escudo nacional, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas.

Para terminar, quiero referirme a la foto que incluiré en el post. La tomé del muro de un valioso joven cubano, a quien sí nombro en este texto, porque representa a lo mejor de la juventud cubana. Se llama Raúl Alejandro Palmero Fernández, y fue Presidente Nacional de la FEU. La muchacha de la foto, que tiene como fondo el azul del cielo de Cuba, quizás sea su novia, su hermana o una amiga, pero también su imagen es icónica y simbólica. Me recuerda a mis alumnas de la Universidad, muchas de las cuales se consagran todos los días en convertirse en profesionales de este país, luchando con el transporte, las colas, y el ensañamiento de las campañas subversivas dirigidas principalmente a nuestra hermosa juventud. La imagen de esta joven cubana, muestra a la Cuba que quieren ocultar nuestros enemigos, pero como escribió Martí en su cuento Meñique: Los buenos son los que ganan a la larga.