miércoles, 6 de julio de 2011

Carilda Oliver Labra, la novia de Matanzas, está de cumpleaños.

Nuestra Carilda en dos tiempos
Por Eduardo

Muchos en Cuba le adoran con delirio, pero nunca la han conocido en persona. Yo crecí viéndola pasar frente a mi casa todos los días. A pesar de los años transcurridos, todavía me parece verla caminar por nuestra Calzada de Tirry, saludando a cuanta persona por humilde que fuese se cruzara en su camino. Todos los niños nos quedábamos embobados cuando la veíamos, destilando por doquier esa elegancia y esa femineidad que mantiene intactas a pesar de todos los avatares de la vida y el tiempo. Por aquel entonces su cabellera rubia flotaba al aire cual si fuese una catarata de oro, y sus ojos, a los cuales muchos de los grandes poetas cubanos dedicaron un sinnúmero de versos, refulgían con un azul solo comparable al de la bahía que ella tanto ama.
Su segundo esposo, fallecido inexplicablemente, cuando por su complexión hercúlea y afición a los deportes, era el paradigma de muchos niños del barrio aspirantes a hombres fuertes, fue el primero que me habló de las artes marciales. 

Creo que en el Pueblo Nuevo de mi niñez lo más parecido a una reina que conocimos los fiñes de la barriada, fue esa mujer incomparablemente bella y cubana, que reunía en sí todos los atributos físicos que la convirtieron en la novia de Matanzas. Sabíamos que era abogada, profesora, y que había un día recibido el Premio Nacional de Poesía. Mi maestra Bertica, un día me otorgó el privilegio de recitar en un matutino el “Canto a Fidel”. Recuerdo que ese día me dijo, - Ese poema es de la Profesora Carilda Oliver, la señora rubia que vive en la otra cuadra de tu casa. Tengo que confesar que no entendí la relevancia del suceso, pero como muchas otras anécdotas de mi niñez quedó registrada en mi memoria.
Después, a los 11 años ingresé como estudiante interno en la Escuela Vocacional “Carlos Marx” de Matanzas; me alejé del barrio, y mi experiencia vital se concentró básicamente en mi vida en común con amigos y amigas, muchos de los cuales, hace largo tiempo que no sé de ellos. Cuando ya era estudiante de bachillerato, mis amigas empezaron de pronto a repetir hasta el delirio un soneto cuyo primer verso declaraba: “Me desordeno amor, me desordeno”. Por la letra de la poesía enseguida percibí que el autor debía ser una mujer por aquello de, “te toco con la punta de mi seno” y por supuesto por estar escrita en género femenino. Recuerdo que le pregunté a una de ellas si la autora era Alfonsina Storni o Juana de Ibarbourou, y me respondió, - El poema es de nuestra poetisa matancera, Carilda Oliver Labra.
Fue entonces que ya con algún conocimiento de causa me adentré en la lectura de su obra poética. Creo, que he leído casi todo de lo que diversas editoriales cubanas le han publicado a mi célebre vecina. Cuando fui a escribir este artículo busqué información sobre su currículum, y me he quedado boquiabierto de la cifra de Premios Literarios que posee. La Enciclopedia Ecured reporta un total de 138 en numerosos países y en Cuba, por supuesto. De nuestra Patria resalta el Premio Nacional de Literatura recibido en 1998. Ha publicado un total de 32 libros de poemas. Por merecimiento propio Carilda Oliver Labra es una de las grandes poetisas de la lengua española en todos los tiempos
Yo nunca me atreví a dirigirle la palabra a la musa de la ciudad, por el respeto que me inspiraba. En el año 1988, en mi Facultad se desarrollaban unas tertulias conocidas como “El Té Literario”. Un lector inteligente, adivinará que la mencionada tertulia consistía en que un grupo de amantes de la literatura nos reuníamos a descargar alrededor de un vaso de té.
Casi siempre los participantes en los “Te literarios” no pasaban de ser como decimos en buen cubano, “cuatro gatos”. Sin embargo, por gestiones de mi padre, que si trataba personalmente a Carilda, logramos invitarla a una de nuestras actividades.
Cuando la noticia se corrió por la Universidad, los compañeros del Departamento de Extensión Universitaria, nos vinieron a proponer que la actividad se diera en el Teatro Central, pero nos oponíamos rotundamente. Primeramente, la actividad era de nuestra Facultad, y por aquello de defender el territorio, y porque además a la poetisa nunca se le habló de otra cosa que de una tertulia con pocos compañeros, a pesar de la presión, no dimos nuestro brazo a torcer. Sin embargo, era tan grande la cantidad de personal que no nos quedó más remedio que trasladar el convite hacia el salón de estar de la Facultad, el cual se abarrotó de público.
Como en toda tertulia literaria que se respete, un compañero hizo la reseña de la vida y obra de Carilda, y acto seguido empezó la diva la lectura de poemas. Aquel que no la haya visto declamar sus propias creaciones, como dice un popular personaje de la farándula nacional, ¡No sabe lo que es la vida!
Cuando Carilda terminó de recitar sus clásicos, preguntó a la audiencia si alguien de los presentes deseaba que lo complacieran con algún poema en particular. Yo levanté la mano y le pedí que declamara el “Canto a Matanzas”. Recuerdo que me miró fijamente y dijo, - Yo te conozco; tú eres el hijo del Delegado. Por aquellos años mi padre fungía como Delegado de Circunscripción del Poder Popular, cargo para el cual fue electo por cuatro períodos de gobierno seguidos. Ese día me sentí muy orgulloso de que alguien tan sublime e importante para la historia literaria de la Ciudad de los Poetas, hubiese reparado en un simple mortal como yo.
Años después, durante el homenaje que nuestra Universidad le realizara, con motivo de su Premio Nacional de Literatura, volví a verla pisar nuestro Campus. Muchas veces, cuando escucho por la Radio que celebrará una de sus tertulias habituales en el Museo Provincial Palacio de Junco, me digo a mi mismo que acudiré sin falta, pero después no hallo el tiempo necesario.
Quizás ella no me recuerde, porque hace 22 años que abandoné mi barrio querido, pero Carilda siempre formará parte de mis recuerdos de la niñez. Como siempre digo, no sé que hubiese sido de Matanzas sin su musa más querida, de lo que si estoy seguro es que a todos nosotros nos faltaría un pedazo importante de nuestro músculo cardíaco, aquel que nos impulsa a ser mejores y más sensibles. No me he referido al especto técnico de su poesía, porque no fue mi pretensión en ningún momento, sino solamente evocar la figura querida de la “Novia de Matanzas”, en su cumpleaños. No diré cuantos cumple, porque mi padre me enseñó que hacer referencia a la edad de un mujer, es el octavo pecado capital que puede cometer un caballero.
De los tantos poemas que ha escrito la poetisa, prefiero entre todos uno de los más cortos que haya redactado nunca, “La Tierra”, donde expresa de manera muy sencilla, su sentido de la cubanía y su patriotismo. Con estos versos y una felicitación desde el fondo de mi alma, termino este artículo.

La Tierra.

Cuando vino mi abuela trajo un poco de tierra española,
cuando se fue mi madre llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria:
la quiero toda sobre mi tumba.

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