De abajo a arriba, el Yumurí, Versalles y la Bahía. |
Por Eduardo
A todo hombre se le enseña en la vida a no hablar de si mismo más de lo que sea necesario, sobre todo en el entorno de donde provengo. Sin embargo todo hombre tiene el derecho de hacer valer su verdad en descargo de su honor y sus principios. Es evidente que algunos del bando contrarrevolucionario que visita La Joven Cuba me perciben como el enemigo a derrotar. Un comunista de línea dura me llaman, otros me tildan de demagogo, otros insisten en mi supuesto inmovilismo, y casi ninguno entiende porque a pesar de mis supuestas desventajas en el orden material, insisto en defender tanto el sistema social en el que nací y al cual le debo todo lo que soy.
No me referiré en este caso a mi origen humilde, pues ya me he referido a ello en otros artículos y participaciones en la blogosfera. Relataré ahora mis luchas, para en pleno Período Especial llegar a cumplir el sueño de mi vida, que era y siempre ha sido, tener una vida digna al servicio de mis semejantes. Yo me casé a los 27 años, con la que había sido mi novia durante cuatro años, mi compañera de siempre, y la madre de mi hijo, en el año 1989. Ese es el año del famoso discurso de Fidel en Camagüey donde alertó al pueblo, sobre la posibilidad del fin del sistema socialista europeo, y el hecho que casi parecía de ciencia ficción, de que era posible que un día nos despertáramos con la noticia de que la URSS había desaparecido. A mí en lo particular no me sorprendió el anuncio.
Por ese entonces yo era Secretario del Comité UJC de la Universidad de Matanzas, y desde nuestra organización manteníamos un debate enconado con un grupo de graduados de la URSS que se encontraban realizando su servicio social en nuestro Centro. Esos chicos que se hacían pasar por izquierdistas moderados, y a quienes llamábamos “Los Perestroikos”, trataron de penetrarnos los Comités de Base, y dormirnos a la militancia de la UJC, con el cuento de Manila de las supuestas bondades de la Glaznost, la Perestroika, el Multipartidismo, etc.
Aceptamos el reto, y a puro debate en asambleas, echando mano a la heroica historia de Cuba, a nuestras tradiciones de lucha desde Hatuey a las misiones internacionalistas, en Angola y Etiopía, les aplicamos un KO técnico del cual nunca se recuperaron. Todos venían de la URSS siendo militantes de la UJC, pero cuando comprobaron que aquí no creíamos en sus cuentos de camino hindúes, ellos solitos empezaron a solicitar sus desactivaciones de la Organización. Al final de un grupo de diecisiete, ninguno vive en Cuba. Todos pasaron a “mejor vida”, unos retornaron a Rusia, otros se fueron por el “Bombo”, y alguno que otro más se montó en una Cigarretta después de pagar una suma astronómica a los traficantes de personas de la mafia de Miami.
En los años 90 y 91 fui machetero permanente por la UJC de la Universidad. Cortaba caña en el campamento Coronado ubicado en el municipio Limonar. En abril de 1991, en uno de mis pases al regresar a la casa mi esposa me dice muy preocupada – Edu, me parece que mami no está bien. Y acto seguido comenzó a relatarme que mi suegra estaba olvidando las cosas más elementales; que había dejado varias veces la puerta de la casa abierta, con la llave en la cerradura, y que al regresar al hogar, los vecinos la habían tenido que llevar hasta él, porque no recordaba donde vivía. El Hospital Provincial de Matanzas la remitió al Naval en la capital para realizarle una TAC. El diagnóstico fue irremediable, Alzheimer.
Ya por aquel entonces los productos comenzaban a escasear, y los precios a subir. La política de mantenernos a todos los cubanos en sus puestos de trabajo, cobrando sus salarios, sin una contrapartida productiva y mercantil, provocó un exceso de circulante y una inflación galopante que implicó que, por ejemplo, una libra de arroz llegara a cotizarse a 50 pesos, una libra de carne de cerdo a 80 pesos, y subidas de precios de ese corte para todos los productos esenciales. Fueron días en que a la situación caótica de la economía, donde muchos se desalentaban, y comenzaban a renegar de los principios que habían defendido toda su vida, quizás porque no los tuvieron nunca realmente, yo sumaba mi situación familiar en extremo compleja.
Pero yo vengo de una estirpe de luchadores, y no concibo que un hombre se ponga a llorar ni a jirimiquear por los rincones. Decía mi abuelo, que el león, por ser león, no le enseña sus heridas a sus amigos y mucho menos a sus enemigos. Me acordé también de mi abuela, que siempre me recordaba que, mientras un ser humano tenga un corazón en medio del pecho no está liquidado. Y en suma, quizás mis lecturas Hemingüeyanas, y el apotegma del Papa, de que un hombre puede ser destruido pero nunca derrotado hicieron que me dispusiera a enfrentar la vida como me enseñaron mis padres.
Lo primero que me propuse fue no abandonar la Universidad, que ha sido mi único centro laboral, desde que me recibí como ingeniero en 1986. Yo pensaba sobre todo en todos los que confiaban en mí. Pensaba en los cientos de reuniones de Comité de Base en las cuales llamé a mis estudiantes, que en aquel entonces eran contemporáneos míos, a consagrarse al estudio y al trabajo, y me dije, - Yo primero muerto que desprestigiado. De mi antiguo Departamento de Ingeniería Mecánica, solo permanecemos en la UMCC cuatro de un total de 40 que tenía la plantilla en el año 1990. El Rector de aquel entonces en un claustro nos dijo, - Compañeros, si nos guiamos por las asignaciones de todo tipo que está recibiendo la Universidad tendremos que cerrarla en el término de tres meses, y agregó, pero cerrarla no solo nos dejaría a nosotros en una posición muy incómoda ante las futuras generaciones de matanceros. Y no la cerramos. La comida de aquellos años la produjimos nosotros mismos.
Nuestro laboratorio agrícola docente, conocido como “La finca”, recibió a los profesores y estudiantes que rotaban por ella cada semana, y llegamos a producir frijoles (tan importante como los cañones al decir de Raúl), boniato, maíz, yuca, guayaba, plátano de varias especies, carneros, etc. Hicimos una vaquería donde todo el potencial científico de la Facultad de Agronomía permitió que no solo abasteciéramos de leche a la UMCC, sino que además suministráramos al Hospital Militar de Matanzas, la Escuela Primaria del Reparto José Luis Dubrocq y la Secundaria Básica de esa comunidad. En el organopónico que sembramos detrás de la universidad, también atendido por los agrónomos logramos cultivar coles, lechugas, zanahorias, quimbombó, ajo, cebollas, y otras hortalizas. Los mecánicos nos ocupamos de la cochiquera, y nos convertimos en criadores de cerdos. En fin que mantuvimos una alimentación decorosa salida de nuestras manos.
Recibimos además la ayuda de las Empresas de la Provincia, cuyos directivos entendieron que la UMCC no podía cerrar, porque de ello dependía la futura formación de los cuadros y técnicos de la industria matancera, y apoyaron la realización de muchas prácticas de laboratorio y entrenaron a nuestros muchachos, como todavía hoy lo hacen, en la ejecución de sus prácticas profesionales. De todas partes del mundo recibimos además donaciones monetarias y equipamiento, por parte de amigos de Europa, Asia y América Latina, a los cuales me tocó atender desde mi responsabilidad en la UJC, y con los cuales mantengo todavía comunicación a pesar de haber transcurrido casi 20 años.
Mientras esto sucedía a nivel laboral, transformé mi patio en una pequeña finca. Durante dos días trasladé desde los campos cercanos a la salida de la Ciudad, hasta mi casa, más de 60 carretillas de tierra virgen que extraje a pico y pala del monte. Con ella formé canteros y sembré conjuntamente con mi esposa y mí cuñado rábanos, tomates, ajo, cebolla, col, lechuga y soya para mis cerdos. Porque tengo que aclarar que monté con mis ahorros una cochiquera con muy buenas condiciones higiénicas, en las cuales criaba cuatro cerdos desfasados en tiempo, de manera tal que me permitiera ahorrar comida y mantener la secuencia de compra y venta. Viajaba en mi bicicleta Forever (me la vendieron en la UMCC a 80 pesos) hasta el valle de Yumurí, y cargaba dos sacos de palmiche que cada uno me costaba 30 pesos. Compraba además maíz que después molía en un molino artesanal que yo mismo me fabriqué. Y claro está recogía sancocho de mis vecinos, pero esa variante no daba mucho, porque en esa etapa, las personas no dejaban mucha comida sobrante.
Los puerquitos los compraba al destete a 250 pesos, y cuando tenían 250 libras los vendía a 11 o 12 pesos la libra en pie. Eso representaba 2750 o 3000 pesos por cerdo. Durante esos años, para la alimentación de la casa mataba dos puercos, uno en fin de año, y el otro en el verano. Con el dinero que me daban los otros continué terminando mi casa, proceso en el que todavía me encuentro, y mantuve un nivel decoroso de ciertos insumos en mi hogar (sobre todo lo que ya se vendía en la shoping después de la legalización del dólar).
Como matancero al fin, soy un hijo de mi bahía, donde cuando era joven participaba en la tradicional competición del cruce de la misma. Si en casa no había pescado, tomaba mis avíos y como la suerte ayuda al que se empeña, y dice un viejo dicho criollo, que aquel que quiere comer pescado, tiene que mojarse el trasero, me metía casi todos los meses, dos o tres noches en la costa procurando la rabirrubia, el ronco, la cojinúa, el lorito, el carajuelo, y hasta algún que otro pargo fuera de temporada.
Si no pescaba nada, y como para irme a pescar compraba en el río Yumurí de carnada la sardina autóctona conocida como bocón, metía la carnada en la olla de presión con sazón y nos la comíamos como sardina en salsa. Y si la cosa estaba más mala, agarraba una lata con un cuchillo, me tiraba en la risquera del Amur y con el cuchillo despegaba del risco las cucarachas de mar o lapas, conocidas científicamente como quitón, llenaba una lata, les sacaba el molusco y preparaba un picadillo de ese bichito que sazonaba con el mismo adobo que el enchilado de langosta. Por si fuera poco, todavía están tirados por ahí mis jamos de pescar jaibas en los puentes de la ciudad.
Estas tácticas de supervivencias pudieran parecer pocas, pero todavía faltan algunas. Con un tío de mi esposa sembré arroz en los manglares del río San Juan, en la zona del Estadio Victoria de Girón, donde cubría parte de mi autodemanda del cereal. Con un primo de ella en unas casimbas detrás de la Rayonera sembramos una punta de boniato, yuca, malanga, y otras viandas. Con otros dos amigos, llegamos a montar hasta un horno de carbón para tener combustible para cocinar.
Es decir que durante el Período Especial, mientras muchos lloraron más que las plañideras, y se quejaban de su pobre suerte, mis manos produjeron la comida de mi casa. Porque quiero aclarar que solo vendía los cerdos debido al alto costo de la comida para alimentarlos, y porque como dice el dicho, no solo de pan, en este caso de carne de puerco, vive el hombre. Fuera de la venta de los cerdos, no realicé ni venta de peces o productos del agro. Claro, seguí adquiriendo mis productos subsidiados porque siempre he creído que me los merezco, porque no dejo de trabajar un día. Casi todo mi salario y el de mi esposa se destinaban al pago de los alimentos subsidiados, el agua, la corriente eléctrica y el salario de una señora que nos cuidaba a mi suegra que falleció en 1998, cuando mi hijo tenía 6 meses de nacido.
Muchos se preguntarán si dedicaba todo el tiempo a la supervivencia alimenticia. Pues de eso nada. No dejé de dar una sola clase en la Universidad, e investigué en esos años, al punto que obtuve tres Premios Relevantes en el Forum Provincial de Ciencia y Técnica. Muchas veces retornaba de la costa, a eso de las 5.00 AM, metía los pescados en el refrigerador, limpiaba el chiquero de los puercos, los alimentaba, agarraba la bicicleta, circunvalaba la Bahía, porque vivo en la ribera opuesta a la cual está enclavada la UMCC, y llegaba a ella antes de las 8.00 am. Dos días a la semana (martes y jueves) entrenaba karate en la Casa de Oficiales de las FAR (Cabarroca) de 5.00 pm a 7.30 pm. Cuando terminaba, volvía a agarrar mi bici y regresaba a la casa, me bañaba y me ponía a estudiar. Claro, ya mi cuñado o mi esposa habían atendido a los puercos, y el huerto, porque si de algo no me puedo quejar es de no haber tenido una retaguardia segura. Al trabajo agrícola, fuera de la casa, dedicaba fundamentalmente los fines de semana.
La Federación de Karate, también me encargó abrir un colchón de niños (daba clases lunes y miércoles a las 5 de la tarde), que también me permitió tener una pequeña entrada adicional de dinero, después de pagar el impuesto de la Federación. Al trabajo en la punta de arroz y las casimberas dedicaba sábado y domingo. En el año 1994 comencé a viajar regularmente a Villa Clara para cursar la Especialidad de Postgrado en Tecnología de Soldadura que culminé en el año 1996. Acto seguido matriculé la Maestría en Ciencias de la Ingeniería Mecánica en la misma UCLV, la cual discutí en 1998 cuando mi niño tenía solo 8 días de nacido. En 1999 comencé a trabajar en el Doctorado que finalicé en noviembre de 2002, con una tesis también dedicada al estudio de los procesos de soldadura.
Cuando muchos, en buen cubano, luchaban una Maestría o un Doctorado en España, México, Bélgica u otro país desarrollado, yo preferí jugármela a mi país, y dormir en las terminales de trenes y hasta en funerarias, zapatear mi tierra por los amarillos, y saber como se hace la ciencia nacional, porque soy del criterio que como voy a vivir siempre en Cuba, es en este entorno donde debo aprender a resolver los problemas.
Tampoco dejé de hacer vida de militante en las organizaciones políticas. Al cumplir 30 años pasé a militar en el PCC, como un tránsito natural en mi vida, donde he llegado a ocupar varias responsabilidades. Contrariamente a las insinuaciones de algunos participantes en la blogosfera, nunca ha sido mi interés hacer carrera política. Me considero un profesor como mi padre y mi madre, y a lo único que aspiro es hacer cada día mejor mi trabajo, hasta que me jubile. El título que más me gusta de los que poseo es el de profe. Puedo decir sin temor a equivocarme que soy alguien que recibe mucho amor de sus semejantes a nivel familiar, de su centro de trabajo y de su comunidad. Vivo feliz en este país a pesar de todas las dificultades, porque aprendí que mi lucha es un pequeño eslabón de la lucha de mi pueblo.
Cuando sembraba en mi patio, o en los manglares del San Juan, veía a mis coterráneos a mi lado, haciendo lo mismo que yo. En ese momento yo volvía a ser el nieto de Fidelina, el niño del solar de la Puntilla, no el profesor de la Universidad de Matanzas. Esa es quizás mi mayor virtud, sé de donde vengo y nunca lo olvido. Allá los vanidosos que se sienten por encima del resto del pueblo cubano, y hablan de libertad desde las aguas de sus Yacusis. Yo si puedo hablar de la lucha de mi pueblo, porque es la mía. Con la mejoría de la situación económica del país, y el aumento de mi currículum profesional he podido adquirir los medios para sustentar a mi familia a partir de mis ingresos como profesor, pero estoy siempre listo para volver a mis tácticas de supervivencia.
Ojala que mi pueblo no tenga que pasar por otro Período Especial. Hay muchos que desde su posición de supuestos patriotas, están soñando con eso, con tal de ver doblegada a la Revolución Cubana. Olvidan que somos herederos de los Mambises que sembraban boniato en sus prefecturas de Cuba Libre, y después de alimentarse con jutías y corojos tostados, cargaban contra los cuadros españoles, machete en alto, con el grito de “¡A degüello!” y ¡Viva Cuba Libre!
El inagotable:
ResponderEliminarDices:
...echando mano a la heroica historia de Cuba, a nuestras tradiciones de lucha desde Hatuey
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Je Je je. Edu. A pesar de nuestra diferencias, a un tipo cuya "verticalidad" nos saca sonrisas.. hay que respetarlo.
Un salvadorenno de izquierda tenia una frase
que nunca olvido. "No hay que perder el objetivo de la vida"
El tuyo, defender a la revolucion cubana hasta tu ultimo aliento, contra toda evidencia, contra la empecinada realidad, contra toda esperanza...
Hace unos dias descubfrieron el cadaver de un joven cubano que intentaba emigrar desesperadamente... Este otro hecho, ?Como fortalece aun mas tus convicciones?
Si en lugar de uno, aparecen en el tren de aterrizaje de un avion , diez, cien, mil....
cien mil. un millon de jovenes....
?Se fortalecen , aun mas, tus convicciones
Se nota que estas deseando un segundo periodo especial que ponga a prueba la inquebrantable fortaleza de tus principios para tener mas de que vanagloriarte.
?No es esa una actitud enfermiza?
Pero sin animo de molestar, eso de Hatuey me hace reir. Tu fervor revolucionario viene de muy lejos.
Como te dije antes, me recuerdas a los personajes de la Guerra del Fin del Mundo, a los miserables que acuden a la llamada de la revolución de Canudos: Beatito, el León de Natuba, María Quadrado... Y sobre todo a Galileo Gall, un luchador- como el mismo se define- por la libertad de este continente
Todo hombre es el producto de tres factores:
ResponderEliminar1- Su origen familiar y la educación que recibe de la familia y de la escuela;
2- El entorno social, político y económico donde se desarrolla;
3- El Libre arbitrio!
El tercero EDU tiene una fuerza incalculable y hace que muchas personas, inclusive como tú, mueva mares, océanos y montañas por un objetivo!
Los demás es convivir el fruto que resulte de lo que hagamos por lo que elijamos! Lo que nos resta es cargar con nuestro maletín!
Saludos,
Felucho.
P.S. Te dejé otro comentario en el post de la energia renovable.
Felucho:
ResponderEliminarTe contesté el comentario en el post de la Energía Renovable.
Orlando:
ResponderEliminarLa emigración es un fenómeno mundial, y Cuba no escapa al asunto. En el viejo continente, miles de africanos también han muerto ahogados tratando de atravesar el estrecho de Gibraltar, en frágiles lanchas llamadas pateras, para llegando a España, poder adentrase en los países de la Unión Europea. ¿Esos pobres africanos acaso huyen del "infierno comunista"? Esos pobres seres humanos mueren y a nadie, incluyendo a los llamados "exiliados cubanos", se conmueven con su suerte. Es que ellos no le sirven al imperio para sus campañas mediáticas de control mundial. Tu eres miembro de un grupo de cubanos, que viajan todos los años a la isla, de la cual se suponen que escaparon a ese "exilio" raro, donde casi 2 millones de personas, incluyendo a los niños de teta, que nacieron en EEUU, sufrieron enormemente, los desmanes de la "tiranía comunista". Ustedes los cubano americanos, siempre tratan de manipular el hecho de la emigración cubana hacia los EEUU, olvidando a la "Ley de Ajuste Cubano", olvidando el bloqueo inmoral y genocida del gobierno de los EEUU, que nos hace la vida un yogourt a los nacidos en esta isla, olvidando las políticas de agresión que ya duran más de 50 años, olvidando las acciones terroristas de todo tipo, que han costado la vida a más de 3000 cubanos, y mutilaciones e invalidez a más de 2000.
Y chico, Hatuey si es un héroe del pueblo de Cuba. Porque aunque sanguíneamente, los cubanos actuales no estemos relacionados con los aborígenes, su enfrentamiento ante el imperio colonial que los exterminó, también forma parte de la herencia de los nacidos en esta tierra, como también es legado nuestro la lucha de los esclavos cimarrones en los palenques, por defender su derecho a ser libres. Mi artículo forma parte de mis memorias, pero en él va mi grito de protesta por el crimen que cometen los yanquis, con mis compatriotas, por el único crimen de tratar de construir una sociedad diferente, que a pesar del bloqueo y las agresiones, es mucho más justa y humana que la sociedad donde tú vives.
Lo que no mencioné en este artículo, es que los tratamientos médicos de mi suegra en uno de los mejores hospitales de Cuba, incluyendo las tomografías axiales computarizadas, fueron totalmente gratis, a pesar de que el país se encontraba en una situación desesperada. Y yo te aseguro que no tuve que mover un dedo para que recibiera esa atención de primera. Ese es mi país Orlando, aquel donde a pesar de no tenerse todos los recursos, nadie queda desamparado a su suerte.
Edu,
ResponderEliminarTe puse otro comentario en el post de las energías renovables!
Saludos,
Felucho.