Cartas a mis niños. Historia de Versalles.

Versalles. Puente de la Concordia.

 Por Eduardo

Queridos niños míos:

Como saben, el barrio donde viven, y donde nacieron además, se llama Versalles. Si acuden a la historia universal podrán comprobar que tal era el nombre del complejo palaciego más imponente de Europa, mandado a edificar por el soberano francés Luis XIV, quien alguna vez fue conocido en toda Europa por el Rey Sol, y de quien quizás les hable algún que otro día.

Corrían los primeros años del siglo XIX cuando en la zona que en la actualidad está enmarcada por las calles Laborde y Plácido, surgió un pequeño poblado de pescadores conocido por el Chiquirrín. Como todo buen versallero saben que todavía hoy esa zona del barrio recibe ese mismo nombre. Sin embargo, geográficamente, el nombre oficial de aquel asentamiento fue Realengo de San Alejandro. De las clases de historia de Cuba deben recordar que, los realengos fueron los terrenos que al entregar el gobierno colonial a los conquistadores españoles sus títulos de propiedad sobre las haciendas o encomiendas, quedaron bajo la jurisdicción de la corona española.

Ya había sido edificado en el actual territorio de Versalles, el Castillo de San Severino, terminado en 1745, y que constituyó el principal bastión defensivo de la ciudad de Matanzas, en unión con el Fuerte de La Vigía, y la Batería de Costa del Morrillo. Hoy funciona en la vetusta fortaleza colonial, el Museo de la Ruta del Esclavo, destinado a preservar la memoria de aquellos millones de seres humanos arrancados por la fuerza desde el continente africano y sometidos a la cruel esclavitud, por las oligarquías de las entonces metrópolis europeas, el imperio de Brasil, y los Estados Unidos de América.

El año que históricamente se considera como el de la creación de la barriada de Versalles es 1827. No siempre se denominó con el nombre actual. Originalmente se le llamaba Yumurí como al río que lo bordea y que nos identifica dentro de la generalidad de los cubanos con el gentilicio “yumurinos”. Como la zona presenta una topografía muy especial, en la que a medida que el caminante se aleja de la línea de la costa la altitud del terreno se va incrementando de manera gradual hasta alcanzar las alturas de la Cumbre y Arrechavaleta, sumado a la hermosa naturaleza por entonces virgen de aquellas tierras, muchos poderosos hacendados pusieron sus ojos en la naciente comunidad.

Por aquellos años, la burguesía matancera comenzó a construir una serie de magníficas y fastuosas casas quintas en las colinas versalleras. Muchas de aquellas mansiones desaparecieron con el paso de los años. En su forma original solo se pueden reconocer las conocidas Quinta Anita y Quinta Arrechavaleta, construida esta última por Doña María Ignacia Ortega de Castro, señora de rancio abolengo que fue una de las responsables del crecimiento de Versalles. Ella, de forma similar a Martha Abreu en Santa Clara, auspició urbanizaciones en Versalles durante el año de 1838. A pesar de encontrarse ambas en un estado ruinoso, las mansiones Anita y Arechavaleta, dan una idea exacta del poderío económico de aquella sacarocracia. Estos ricos hacendados, por medio de sus capitales obtenidos a través de la explotación del trabajo de sus esclavos en las plantaciones cañeras y los ingenios azucareros, permitieron a Matanzas alcanzar la categoría de segunda ciudad cubana, y el título de “Atenas de Cuba”, que llega hasta nuestros días.

En 1829, ya se había construido el cuartel militar de Santa Cristina, que hoy es la mayor escuela primaria del barrio, el Centro Escolar Mártires del Goicuría. Una rápida parcelación de los terrenos de la naciente población, fomentada por Luis Vera, Capitán del Puerto de Matanzas, de los terrenos reales aledaños al cuartel, permitió que muchas familias de aceptable solvencia económica comenzaran a fabricar casas en la nueva barriada. Al mismo tiempo, muchos propietarios de tierras de la zona también parcelaron y vendieron terrenos de su propiedad entre los años 1830 y 1864. De entre ellos se destacan Cecilio Ayón, entonces Gobernador de Matanzas, Ramón Brufau, Eloy Navia, Miguel Dubrocq, y la ya mencionada María Ignacia Ortega de Castro. Este proceso de parcelación y urbanización permitió que la barriada de Versalles se desarrollara rápidamente. Al mismo tiempo, los padres de la urbanización y primeros dueños de los solares de Versalles, aportaron sus nombres a muchas de las calles y lugares de la zona, denominaciones que hoy mantienen y defienden los vecinos del barrio.

A partir de 1850, nuestro barrio comenzó a ser denominado Versalles. El toponímico seleccionado, alusivo a la residencia palaciega real de Francia, fue el resultado de la fuerte presencia francesa, asentada en la ciudad de Matanzas desde principios del siglo XIX, como resultado de la Revolución Haitiana. Esta pequeña comunidad, asimilada de manera inmediata por la sociedad matancera, tuvo aportes fundamentales en las esferas económica y cultural, del desarrollo de la pujante ciudad de Matanzas, y con el nombre de Versalles dejó su huella en la toponimia de la ciudad.

Otro hito importante en la historia de Versalles es la inauguración en el año de 1838 del Hospital Provincial José Luis López Tabranes (antiguamente de Santa Isabel), el cual constituye el segundo hospital en activo, más viejo de la isla.

Al finalizar la guerra de los Diez Años, el 3 de noviembre de 1878, se inaugura por el mismísimo Capitán General Arsenio Martínez Campos, en celebración por el la firma del Pacto del Zanjón, el Puente de la Concordia sobre el río Yumurí, denominado de esa manera en homenaje a la supuesta “concordia” que a partir de ese momento iba a existir entre cubanos y españoles. La Concordia fue el primer puente construido en Cuba de hierro forjado. En los primeros años de la República neocolonial, al puente le fue asignado el nombre del General José Lacret Morlot, Jefe de la División Matanzas del Ejército Libertador de Cuba durante la Guerra del 95. No obstante el pueblo matancero, persiste en continuar llamándole Puente de la Concordia. La Asamblea Municipal de Matanzas, acordó que la efigie de una de las columnas del puente versallero fuese seleccionada como símbolo de la ciudad de Matanzas, el cual se entrega a relevantes personalidades de todos los ámbitos, cubanos y extranjeros.

Un fuerte estímulo económico recibió la barriada además con la instalación en 1916 de los depósitos de la Cuban Distilling Company, los muelles de Dubrocq y otras instalaciones portuarias. Por esos años, el Paseo de María Cristina, construido en 1834 cercano a la ribera de la bahía, en mi opinión la calle más linda de nuestro barrio, comienza a denominarse Paseo de José Martí en homenaje a nuestro Héroe Nacional y Apóstol de la Independencia de Cuba. Al este de la calle San Isidro, entre las calles Santa Rita y el Paseo de Martí, se comienzan a construir residencias para la burguesía local. En 1921 surge el Reparto La Cumbre, cuyos límites quedaron fijados en la carretera de igual nombre.

Durante el gobierno de Ramón Grau San Martín se inauguró el Hospital de Maternidad Obrera, donde nacen hoy prácticamente todos los niños de la ciudad, y de muchos otros municipios de la provincia de Matanzas. Es por ello que Versalles no es solo el barrio donde se han criado, sino literalmente es el lugar geográfico donde ustedes han nacido.

Durante el año 1948 se construyó la Compañía Rayonera Cubana S.A, que era en realidad una empresa norteamericana con nombre aparentemente cubano, y surge la llamada Zona Franca de Versalles. El barrio obrero de Dubrocq (por asentarse en los terrenos que durante el siglo XIX eran propiedad de Miguel Dubrocq), fue creado en 1950 en el espacio que quedaba entre la Zona Franca, la Vía Blanca, entonces en construcción y el este de la franja residencial de Versalles. Durante los años 1952 y 1953, alrededor de la Quinta Arechavaleta, surge el reparto de igual nombre.

Después del triunfo de nuestra Revolución, Versalles continuó creciendo. En 1965 se terminaron los edificios multifamiliares de la zona del Paseo de Martí, cuyos apartamentos fueron destinados en un inicio a familia obreras y humildes provenientes de la hermana barriada matancera de Los Mangos. Nuestra propia vivienda es un ejemplo del crecimiento del barrio de Versalles, pues fue construida en un terreno que fue entregado de manera gratuita por nuestro Estado Revolucionario a su fallecida abuelita. Ninguna de las casas de nuestra cuadra existía antes del triunfo de la Revolución. El asfalto del pavimento de la calle, donde corretearon y jugaron pelota, cuando eran unos mocositos, fue regado en trabajo voluntario por los vecinos de nuestra cuadra, algunos de ellos, como los viejos Papo y Neno ya fallecieron.

En la década del 80 del pasado siglo fueron construidas en Versalles dos de las intalaciones industriales más importantes de nuestra nación; la Termoeléctrica Antonio Guiteras, la joya del sistema electro-energético nacional con sus 320 Mega Watt por hora de capacidad de generación, y la Base de Supertanqueros, por cuyos muelles de aguas profundas y tanques de almacenamiento de gran capacidad se mueven altos volúmenes de petróleo y sus derivados.

Pero la historia de un lugar no consiste solo en el recuento de como se fueron edificando sus monumentos, sitios públicos y de interés económico. Versalles por mérito propio ha sido escenario de muchos acontecimientos históricos. Durante el Proceso de la Escalera en 1844, fue fusilado en las áreas que hoy ocupa el Paseo de Martí el excelso poeta Gabriel de la Concepción Valdés “Plácido”. En la calle Plácido, en una casa colonial, marcada con una tarja que así lo atestigua, vivió Carlos Verdugo, nuestro coterráneo asesinado por el colonialismo español en el infame proceso que acabó con el fusilamiento de los estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871. Como recordarán de las clases de historia de Cuba, el mártir se encontraba en Versalles en el justo momento de ocurrir los hechos de los que se le acusó.

En las luchas por las guerras de independencia, numerosos patriotas matanceros y cubanos guardaron prisión y fueron fusilados en los fosos del Castillo de San Severino, por luchar por la independencia de Cuba. De entre ellos destacan la figuras de Domingo Mujica, y Antonio López Coloma, este último quien encabezara el alzamiento del 24 de febrero de 1895 en la provincia matancera.

Muchos versalleros, y de ello dan fe numerosas tarjas situadas a la entrada de humildes viviendas de nuestro barrio, acudieron a luchar por preservar la República Española al grito de ¡No pasarán! En el barrio de la Cumbre vivió clandestinamente el Jefe de Acción y Sabotaje de la Dirección Provincial del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, Enrique Hart Dávalos, quien pereció junto a los versalleros Juan Alberto Morales Bayona y Carlos García Gil, en ese propio lugar, un 21 de abril de 1958, al estallarles un artefacto explosivo que preparaban para ejecutar una acción de sabotaje en contra de la tiranía batistiana. El sitio se conoce actualmente como “La Casa de los Mártires”.

En la calle Laborde, al tratar de escapar de la persecución policial, cayó asesinado a manos del esbirro batistiano conocido por el Pollito, el maestro revolucionario René Fraga Moreno, a quien el pueblo matancero recuerda como un prometedor joven, que hubiese llenado de páginas brillantes el libro de su vida de no haber sido abatido por las balas asesinas.

Pero el colofón de la historia revolucionaria del barrio de Versalles lo constituyó el Asalto al Cuartel Goicuría el 29 de abril de 1959, encabezado por Reinold García, quien encabezaba un grupo de combatientes de la Organización Auténtica, fracción del Partido Revolucionario Cubano “Auténtico”, que optó por la lucha armada contra la tiranía batistiana. El hecho de haber estudiado ustedes en la escuela fundada donde antes radicaba el Cuartel Goicuría, les permitirá recordar, que la acción no fructificó, y que se convirtió en una carnicería encabezada por el Coronel Pilar García, de quien todavía se dice que tuvo nombre de mujer y el alma de una hiena. El tristemente célebre esbirro pronunció en esa ocasión una frase que delata por si misma toda la calaña criminal del sujeto: - No quiero ni prisioneros, ni heridos entre los asaltantes, M, M, M. Esas tres M repetidas al final de la frase tal cual era su costumbre significaba maten, maten, maten. Y las bestias vestidas con el uniforme amarillo del Regimiento Plácido de la Guardia Rural no se detuvieron ante nada , ni ante nadie. La matanza de los asaltantes del cuartel Goicuría es comparable en la historia de Cuba, con las efectuadas por el ejército de la tiranía durante los días posteriores al Asalto al Cuartel Moncada, el Desembarco del Granma, y el Desembarco del Corinthia.

En homenaje a aquellos héroes inmortales de la Patria, en el sitio donde cayeron asesinados, la Revolución convirtió aquel cuartel en una gigantesca escuela, que en su nombre guarda el recuerdo de esos jóvenes valerosos: Mártires del Goicuría.

Con este carta he querido hacerles un recuento breve de la historia del sitio entrañable donde abrieron sus ojos al mundo. Quieran a Versalles, de la misma manera que quieren a Cuba. Preocúpense porque ustedes o sus amiguitos, no ensucien las calles que recorren día a día, o dañen las áreas verdes del Paseo de Martí. No viertan basura en las aguas de las playitas del DTI, el Chiquirrín, o los Bañitos, en fin que cuidando nuestro barrio, que se acerca a sus 200 años, estaremos preservando el legado que heredamos de miles de versalleros, que antes que nosotros, habitaron nuestro barrio y lo hicieron el lugar incomparable que habitamos.

Estudien mucho y no dejen de portarse bien

Un beso y un abrazo de Papá y Tío

Eduardo
 

Versalles. El Chiquirrín.

 

Versalles. Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol.

 

Versalles. Castillo de San Severino. Museo de la Ruta del Esclavo.

Versalles. Calle Laborde.

Versalles. Centro Escolar "Mártires del Goicuría". Un cuartel convertido en escuela.

Versalles. Zona de los Bañitos. En azul, La Juguera.