No hubo justicia para las víctimas de Posada Carriles.

Cuba ha sido víctima del terrorismo durante décadas
Foto: Archivo de Granma

 Por Eduardo

Luis Faustino Posada Carriles acaba de morir. Bien temprano en mi vida aprendí ese nombre. El 7 octubre de 1976, mientras cursaba estudios secundarios en la Unidad Docente “1er Congreso Nacional de Educación y Cultura”, perteneciente a la entonces no edificada Escuela Vocacional “Carlos Marx” de Matanzas; uno de mis compañeros que habitualmente leía las noticias del día en el matutino de la escuela leyó una noticia que a mis 11 años de edad no podía comprender en toda su magnitud: - Un avión de Cubana de Aviación acaba de sufrir un accidente en la isla caribeña de Barbados.

Barbados, donde en estas jornadas de mayo de 2018, se están celebrando elecciones generales, no era de los países que abordábamos frecuentemente en las clases de geografía. Mi profesor de geografía, de apellino Cano, nos localizó en el mapa aquella pequeña isla de alrededor de 300000 habitantes del arco de las Antillas Menores, que a partir de ese día se vincularía a uno de los más atroces actos de terrorismo ejecutados en la historia de la humanidad.

Claro, porque a las pocas horas, nuestra prensa realizaba la aclaración oficial sobre la brutal diferencia entre lo que originalmente se creyó que era un accidente, y no era otra cosa sino una acción inhumana ejecutada al servicio del terrorismo de estado contra Cuba que por aquellos tiempos presentaba su cara más horrorosa, y que ejecutaban la CIA y sus perros de la guerra nacidos por accidente en mi querida Patria. A los pocos días, Granma refería que los autores materiales de la voladura del avión de Cubana en Barbados fueron los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, por órdenes de los agentes de la CIA cubanos Orlando Bosh y Luis Posada Carriles.

Solamente el atentado del avión hubiese bastado para inscribir el nombre del personaje que acaba de fallecer en los anales de la criminalidad. Sin embargo, después de una fuga escandalosa de la prisión venezolana donde guardaba prisión por los hechos antes mencionados, reapareció en Centroamérica como parte del entramado creado por el Presidente Ronald Reagan para destruir a la Revolución Sandinista y frenar el avance de la guerrilla salvadoreña. Años antes de la voladura de nuestra aeronave, como el Comisario Basilio de la DISIP venezolana, torturó, vejó, violó, asesinó y desapareció a decenas a decenas de venezolanas y venezolanos.

Cuando el gobierno bolivariano cursó a los Estados Unidos una solicitud de extradición del siniestro personaje, pude observar en Telesur un reportaje donde una venezolana relataba como perdió su embarazo al ser pateada por el Comisario Basilio en su vientre, donde llevaba al hijo que nunca pudo tener.  

En la década de los años 90 del siglo XX, cuando la estrategia de nuestro Partido y Gobierno, de fomentar el turismo como una de las vías para salir del doloroso Período Especial comenzaba a dar frutos, Posada Carriles, ya un anciano septuagenario, con dinero de la Fundación Nacional Cubano Americana,  contrató a mercenarios centroamericanos para que pudieran bombas en nuestros hoteles y otras instalaciones turísticas en la isla.

Cuando una periodista le preguntó sobre el particular asumió la responsabilidad de la ola de atentados terroristas con todo descaro. A otra pregunta sobre el asesinato de Fabio Di Celmo en el hotel Copacabana, respondió con cinismo: - Ese turista italiano estaba en el lugar y el momento equivocado. Tuve la oportunidad de conocer al compañero Giustino Di Celmo, quien dedicó los últimos años de su vida a reclamar justicia por el asesinato de su querido Fabio. Cada año nos acompañaba en nuestra Universidad de Matanzas, cuando celebrábamos la copa de fútbol sala que nombramos con el nombre de su hijo. Murió en Cuba, a la cual convirtió en su segunda patria, rodeado del cariño de muchos cubanos de bien, pero siempre lo acompañó el dolor por la pérdida de su hijo menor.

En la Cumbre Iberoamericana de Panamá su pretensión, es decir la de Posada Carriles, era volar el Paraninfo de la Universidad panameña, con todos los asistentes a un acto de solidaridad con Cuba, con la esperanza de que en la catástrofe pereciera nuestro Comandante en Jefe. La denuncia de Fidel, y las pruebas tan abrumadoras fueron tales, que no le quedó al gobierno de la Presidenta Mireya Moscoso otra opción que apresarlo y juzgarlo por terrorismo. Sin embargo no cumplió muchos años en aquella especie de hotel prisión donde recibía múltiples atenciones, porque la Presidenta Mireya Moscoso antes de entregar el poder le concedió un espurio indulto, que le permitió desembarcar en Miami en una embarcación de uno de sus cúmbilas en la Florida.

Como supuestamente había entrado por la frontera con México, esa misma donde Trump planea levantar su muro antiinmigrantes, se le celebró una farsa judicial en la ciudad fronteriza de El Paso, donde al final salió libre para asentarse en la ciudad de Miami. Evidentemente, como diría un buen amigo mío, el terrorista sabía tanto, que si abría la boca, la peste de la cagazón que destaparía llegaría a la Galaxia de Andrómeda. En fin, que como tantos otros criminales nacidos en Cuba, después de enlutar a la familia cubana, fue a morir a Miami, bajo la mirada displicente de los que un día lo entrenaron para hacerle la guerra sucia a la Revolución Cubana.

Su muerte a mí en lo particular me causa el dolor de que no hubo para las víctimas del más connotado terrorista de este hemisferio la más mínima justicia. Sin embargo, por otro lado la Revolución Cubana, su pueblo, y sobre todo nuestros mártires gloriosos, seguirán existiendo a pesar de todos los intentos de los que como Posada Carriles intentaron por medio del terrorismo retrotraernos a la esclavitud capitalista.