miércoles, 20 de julio de 2011

Cartas a mis niños. La leyenda de David y Goliat.


David. Escultura de Miguel Ángel Buonarotti
 Por Eduardo

Queridos niños míos:
Como les prometí, y lo prometido es deuda, aquí les envío la versión que les escribí acerca del mito bíblico de David y Goliat.

La leyenda de David y Goliath.

El relato de la leyenda de David y Goliath forma parte del Primer Libro de Samuel, que a su vez está contenido en el Viejo Testamento. En la época en que transcurre esta historia, el pueblo de Israel había librado numerosas guerras con sus vecinos, para garantizar su derecho a existir como nación. Durante algunos largos años fueron gobernados por unos hombres sabios, que eran elegidos de entre las 12 tribus que en ese entonces componían la nación hebrea, que es otro de los nombres conque se puede nombrar a los israelíes. Esos hombres eran denominados Jueces. El más famoso de ellos fue Sansón, de quién les hablaré en otra ocasión.
En un momento no preciso exactamente en el tiempo, gobernaba al pueblo de Israel un Juez llamado Samuel. Los israelíes no querían seguir siendo gobernados por los Jueces y decidieron elegir un rey entre los mejores jefes militares. La elección recayó en Saúl, un bravo general de la tribu de Benjamín. Hasta ese entonces, el pueblo de Israel había estado sometido a ataques constantes por parte de los Filisteos, un estado vecino formado por feroces guerreros venidos de lejanos mares. Junto a las costas habían erigido una ciudad fortificada llamada Gaza (existe todavía, así que la pueden buscar en el mapa), y desde ella impusieron mediante la fuerza, durante largos años, tributo al pueblo de Israel. Sin embargo, una vez nombrado Rey de Israel, Saúl impuso una lucha sin cuartel contra los filisteos hasta arrojarlos de sus tierras.

A pesar de ello, según la Biblia, Saúl comete algunas malas acciones a los ojos de Dios, que hacen que este le retire el favor divino, y decida buscar un Rey más digno para los israelíes. Es entonces que Jehová ordena a Samuel, el que había sido Juez de los Hebreos.
- He decidido que el futuro Rey de Israel se encuentra entre los hijos de Isaí el Belemita (Belemitas se llamaban aquellos que nacían en la ciudad Palestina de Belén).
Samuel llegó como un viajero de paso a casa de Isaí, y de acuerdo a las costumbres de esos tiempos antiguos fue recibido con suma hospitalidad. Después de la cena Samuel le reveló a Isaí el objetivo de su visita.
- Isaí - le dijo Samuel - Vengo como enviado de nuestro único Dios y Señor, Jehová el de los Ejércitos. El, me ha revelado que uno de tus hijos será el futuro Rey de Israel, y tengo la encomienda divina de ponerlo al servicio del Rey Saúl.
Llamó entonces Isaí a su hijo mayor Elías, y Samuel vio que era un joven gallardo y robusto. Este debe ser - pensó Samuel - porque tiene en su figura la apostura de un soberano. Sin embargo, dentro de su cabeza sintió la voz de Jehová que le decía - Samuel, no te sientas tentado por las apariencias, este joven no es el que he elegido como Rey de Israel.
Uno tras otro, los hijos de Isaí, llamados por su padre, desfilaron ante los ojos de Samuel. Después de Elías fueron evaluados por ese orden, Abidanad y Shaman. A ninguno de ellos la voz de Jehová, que solo podía ser escuchada por Samuel, le dio un voto aprobatorio. El anciano Juez preguntó entonces a Isaí - ¿Me has mostrado tú a todos tus hijos? El padre respondió - Falta el más pequeño, David es su nombre. En estos momentos se encuentra pastoreando las ovejas en la montaña.
Samuel le pidió entonces a Isaí que hiciera venir al muchacho desde los montes. Cuando David llegó ante Samuel, el experimentado Juez vio ante sus ojos a un adolescente fuerte y tierno a la vez, cuyos ojos tenían un brillo que anunciaba una inteligencia poco común. Fue en ese instante que la voz de Jehová le aseguró a Samuel - - Es ese, el futuro Rey de los Israelitas.
Samuel le dijo en ese momento a Isaí - Tu hijo esperará por mí para llevarlo a la corte. El ha sido elegido por Dios para reinar sobre los hebreos, pero ese es un secreto que no debes revelar a nadie, o peligrará la vida del muchacho.
Por esos días el Rey Saúl se encontraba apesadumbrado y triste. Samuel, cuya condición de juez y sabiduría le hacía merecedor del favor real fue a visitarlo. Cuando el soberano le recibió le interrogó con mucho interés. - ¿Conoces tú Samuel, algún hombre que sepa tocar la lira (la lira es un instrumento de música antiguo similar a una pequeña arpa). Necesito de oír buena música para alegrar mi corazón.
Samuel le respondió - Conozco gran Rey al hombre que buscas. Su nombre es David y es hijo de Isaí el Belemita, quien no solo es un magnífico intérprete de la lira, sino que se le avizora un futuro promisorio como hombre de guerra, posee un valor temerario, y su palabra corta el aire como una espada cuando la dirige al resto de los hombres. Es además prudente y el favor de Jehová le acompaña por doquiera que pasa.
Ante tantos elogios Saúl le envió mensajeros a Isaí el Belemita con la orden - Enviadme, oh venerable anciano, a David, el hijo vuestro que se encarga de pastorear tus ovejas. El padre del joven, ante la orden real envió por su hijo, y entregándole una bolsa con pan y queso, así como un odre de piel de carnero lleno de vino, le envió en compañía de los mensajeros a la corte real.
Así fue como David entró al servicio del Rey Saúl. A partir de ese momento el soberano sintió por el joven un profundo cariño. David tocaba para el Rey la lira, cuando las preocupaciones del gobierno le atormentaban. El Príncipe Jonathan, hijo de Saúl, le amó desde el primer instante como a un hermano, y cuenta la Biblia que, desde los tiempos remotos, no hubo otra amistad tan grande como la que ambos se profesaban.
David vivía una vida hermosa. Gozaba del favor de la familia real, que lo consideraba como uno más. Sin embargo, poco duraría la paz para el pueblo de Israel. Los filisteos violaron la frontera del reino, y se aprestaban a invadirlo. Los israelitas se prepararon a defender el suelo de su Patria, como debe hacer todo hombre digno, si su tierra natal, es hollada por tropas foráneas.
Los ejércitos de ambos bandos se encontraron en el Valle de Elam, y formaron uno frente al otro en orden de batalla. Los israelitas se apostaron en las montañas del lado este del Valle, mientras que los filisteos se ubicaron en las montañas del oeste. Fue en ese instante, que de entre las filas de los filisteos salió un campeón llamado Goliath de Gath y lanzó un desafío de duelo. Era costumbre, en aquellos lejanos tiempos, que antes de enfrentarse en batalla dos ejércitos, dos grandes guerreros o campeones se enfrentaban en un duelo a muerte. En ocasiones, este solo combate definía la suerte de la batalla, si así había sido acordado por ambos bandos.
El tal Goliath, era un guerrero gigantesco de más de siete pies de estatura. Iba armado completamente de una armadura de hierro, con escudo, lanza y espada. Sobre su cabeza llevaba un yelmo de bronce que resplandecía a la luz del sol. El campeón filisteo, cuando descendió hasta el Valle, lanzó el siguiente desafío:
- ¿Por qué he de venir yo a este valle dispuesto a la batalla, y no encuentro un rival que me enfrente? ¿No soy acaso yo un filisteo? ¿No son ustedes vasallos del Rey Saúl? Escojan un hombre entre ustedes y que baje al valle a pelear conmigo. Si logra vencerme, entonces los filisteos serán sus esclavos. Más, si por el contrario su campeón es derrotado, en este día el Reino de Israel se convertirá en vasallo nuestro.
Cuando desde lo profundo del valle, retumbó la voz del gigante, cundió el pánico entre las filas israelíes. ¿Y donde estaba David en ese momento? Pues se encontraba entre los soldados de Israel. Isaí, el padre de David, era un hombre viejo, y como sus tres hijos mayores habían partido a la guerra con el Rey Saúl, el soberano consintió en que David regresara a Belén a cuidar de su padre.
Sin embargo, el día antes de enfrentarse en batalla, filisteos e israelíes, Isaí ordenó a David:
- Hijo mío, temprano en la mañana partirás al campo de batalla. Les llevarás a tus hermanos queso, vino, pan y una bolsa de cebada.
David partió temprano, mucho antes de asomar el alba, y es esa la razón por la cual, al producirse el reto de Goliath, se encontraba en el campo de batalla junto a los soldados israelitas. Al escuchar las palabras de Goliath preguntó a sus hermanos.
- Díganme ustedes, ¿Por qué ningún israelita acepta el reto de ese insolente extranjero? Los hermanos mayores bajaron la cabeza atemorizados. David se volvió al resto de los guerreros y repitió la pregunta.
Fue entonces que dirigiéndose al Rey Saúl le dijo:
- Oh, gran Rey, permite que este siervo tuyo enfrente a ese petulante. Mi corazón de hombre no tiembla y está dispuesto a defender el honor del pueblo de Israel.
Saúl muy consternado le dijo:
- Hijo mío, no es posible que luches con él, porque eres muy joven, y Goliath de Gat es un guerrero feroz desde antes que tú nacieras.
David le respondió:
- ¡Oh mi Rey! Este siervo tuyo desde que era un niño cuida de las ovejas de su padre. Una vez un oso trató de robarle un animal de su rebaño y en otra ocasión un león pretendió hacer lo mismo, y a ambos, león y oso, dí muerte. Sus pieles adornan el piso de la casa de mi padre. Como si no temblé ante el oso y el león, ¿temblaré ante quien pretende esclavizarnos?
Saúl emocionado pronunció una bendición:
- Está bien hijo mío - le dijo - Ve, y que Jehová te acompañe.
Entonces Saúl ordenó a David vestirse con su armadura, y puso el yelmo de bronce en su cabeza, pero David al sentir el peso de las armas pronunció estas palabras.
- Oh mi Rey, perdona a tu siervo, pero nunca he usado estas armas. Iré sin ellas.
Se quitó entonces la armadura, y tomo entre sus manos su honda, seleccionó cinco piedras bien pulidas, que puso en su bolsa de cuero, y comenzó a descender al valle. La honda es un arma primitiva formada por dos cuerdas y un pedazo de cuero entre ambos. Con ella se lanzan piedras a gran velocidad. Se coloca la piedra en la pieza de cuero y el que desea lanzar la piedra la hace girar sobre su cabeza. Cuando se alcanza el impulso deseado, se suelta una de las cuerdas y la piedra sale despedida a gran velocidad.
Cuando Goliath vio acercarse a ese joven lampiño, sin armadura, ni armas, que los israelíes le enviaban por retador, estalló en sonoras carcajadas. Acto seguido, desenvainando su espada, se lanzó a toda carrera en dirección a David. Iba pensando - A este flacucho lo partiré en dos pedazos de un golpe.
David con mucha calma, metió la mano en la bolsa, tomó una de las piedras, la puso en la honda, y lanzándola a toda velocidad, le asestó tal pedrada en el centro de la frente a Goliath, que este cayó derribado sobre el suelo de Israel. Tomó entonces David la propia espada del gigante, le cortó la cabeza y la alzó a la vista de ambos ejércitos. Al ver muerto a su campeón, cundió el pánico entre los filisteos que abandonaron huyendo el campo de batalla. El ejército israelita, inspirado en el valor de David, les persiguió hasta las murallas de la ciudad de Gaza, que era su capital.
¿Cuál es la enseñanza que pueden sacar de esta historia? Primero que nada, que lo importante a la hora de enfrentarse al enemigo de su Patria, es la confianza en sus propias fuerzas y habilidades. David no temió nunca enfrentarse a Goliath, a pesar de la superioridad de su armamento, porque dominaba a la perfección el uso de la honda como arma defensiva. La segunda enseñanza que deben extraer es que; el que se enfrenta a los desafíos que la vida le impone, con valor y entereza, siempre triunfa, sobre todo cuando la razón está de su lado. David defendía a su país, por lo tanto la fuerza de la moral estaba de su parte. No importa cuan joven o viejo seas, lo importante en este caso, es la decisión de triunfar.
¿Que sucedió después con David? Pues años después, cuando ya David era un experimentado guerrero, murieron combatiendo contra los filisteos el Rey Saúl, y su querido amigo, el príncipe Jonathan. Fue en ese momento en que el pueblo de Israel decidió que David fuera su Rey.
David fue un gran soberano, que gobernó a su pueblo con justicia y valor. Conquistó para Israel la ciudad de Jerusalén, a la que convirtió en la capital de su reino. Edificó su palacio sobre el monte Sión. Derrotó a los jebuseos, a los filisteos y los cananeos. El símbolo heráldico que usaban sus soldados sobre sus escudos, la estrella de seis puntas (también llamada la estrella de David), se convirtió en el símbolo por antonomasia de la religión hebrea y el pueblo de Israel.
A la muerte de David le sucedió en el trono su hijo Salomón, que en su tiempo fue considerado el más sabio de todos los hombres. Pero esta es una historia, que como la de Sansón, les contaré otro día.
Espero que les haya gustado esta leyenda, y que la lean con todo el empeño que he puesto en escribirla, para regalársela. Muchos artistas famosos han tomado la figura de David para hacer obras de arte. Con este correo le llegarán fotos, de las tres más famosas esculturas de David, realizadas por Miguel Angel, Donatello y Verrochio, tres de los más grandes artistas del Renacimiento Italiano.

Ahora me despido.
Los quiere mucho papá y tío
Eduardo

1 comentario:

  1. Jajaja, aquí está la leyenda de David y su honda. Muy completa por cierto, evidentemente el otro post se haría muy largo.

    S@lu2 wzaldivar

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