Cartas a mis niños. La historia del ferrocarril en Cuba.

Locomotora "La Junta de Fomento"

 Por Eduardo

Queridos niños míos:

Hace algún tiempo, cuando nos bañábamos en la Playa, al pasar cerca un tren de carga, me preguntaron si esa locomotora, que por cierto era de vapor y muy antigua, era la más vieja de Cuba. En ese momento; acudiendo a mi memoria les relaté una breve historia de cómo el ferrocarril había llegado a nuestra hermosa isla. Pero como las palabras habladas vuelan al viento, como si fuesen aves migratorias en busca de cálidas tierras, y de ellas pocas veces queda memoria, hoy he decidido escribirles, el cuento de la creación del ferrocarril cubano.

Ya en el siglo XIV por toda Europa, en las minas, circulaban vagonetas tiradas por caballos que se desplazaban sobre raíles de madera. Durante el siglo XVIII, se descubrió que si los raíles de madera se recubrían de metal, al disminuir el rozamiento, las vagonetas cargadas de mineral, se desplazaban con mucha facilidad. No fue sin embargo, hasta el siglo XIX, en el sur de Inglaterra, en que aparecieron los raíles macizos de hierro y acero con la típica configuración empleada en nuestros días. Ello permitió la creación de ferrocarriles o trenes tirados por caballos.

Aunque en 1803 apareció el primer tren movido por una locomotora a vapor, diseñada por el ingeniero inglés Richard Trevithick, la primera máquina de tracción por esa fuente de energía, con posibilidades técnicas reales de garantizar su seguridad y funcionalidad, fue creada por el técnico de minas, también inglés, George Stephenson. Es por esa razón que se le considera el inventor del ferrocarril moderno. El hecho ocurrió en 1814, y la locomotora fue denominada Locomotion. El tren de vagones tirado por este ingenio se desplazaba a la entonces increíble velocidad de 25 km/h.

Stephenson continuó perfeccionando su creación, de manera tal que en 1829 fabricó otra locomotora a la que bautizó “The Rocket”, frase que en nuestro idioma significa “El Cohete”. La nueva locomotora de Stephenson, pudo mover un tren de vagones de 14 toneladas a 45 km/h, lo cual en aquella época permitió inaugurar la primera línea férrea pública para el transporte de pasajeros y de carga entre Liverpool y Manchester.

Pero como les prometí contarles como nuestros campos se vieron surcados por las líneas del camino de hierro, les advierto que el ferrocarril se introdujo en el archipiélago en los primeros años del siglo XIX, y que Cuba fue el primer país en Latinoamérica en poseer líneas férreas, para el transporte masivo de mercancías y posteriormente de pasajeros, de un punto a otro del territorio nacional. Solo antecedieron a Cuba en nuestro continente, los Estados Unidos de América.

Tan solo cuatro años después de la inauguración de la vía férrea de Liverpool a Manchester, sobre la cual ya les conté que fue la primera línea férrea de la historia con utilidad práctica, un 12 de octubre de 1834 el gobierno español entregó a la Junta de Fomento, presidida en aquel entonces por Claudio Martínez de Pinillo, el Conde de Villanueva, la orden de iniciar la obra del "camino de hierro" de La Habana a la villa de Güines. Para financiar las obras la compañía Alejandro Robertson y Cía, concedió un empréstito a la Junta de Fomento.

El domingo 19 de noviembre de 1837 se concluyó e inauguró el primer tramo ferroviario de Cuba, la línea Habana – Bejucal, con un trazado total de 27,3 kilómetros. El suceso tuvo lugar once años antes de que la metrópoli de la isla, España, inaugurase su primer camino de hierro, entre las ciudades de Barcelona y Mataró. Aunque se sabe que un primer tren, en realidad realizó el viaje en nuestra vía primigenia, un 13 de noviembre de 1837. Se cuenta en las crónicas del ferrocarril cubano, que el tren de marras realizó un viaje de pruebas desde los todavía existentes Talleres de Ciénaga en las primeras horas de la mañana, y arribó a Bejucal, a las 10.18 am, según se reportó en el Diario de la Marina.

En cuanto a las primeras locomotoras que circularon por los campos cubanos les cuento que en 1837 arribaron a Cuba 8 locomotoras inglesas fabricadas por la compañía Braithwith y Reanis. Poco tiempo después esas máquinas se sustituyeron por locomotoras norteamericanas fabricadas por Baldwin y Norris. Debo aclararles que en nuestra isla, se han construido vagones ferroviarios, pero nunca locomotoras de gran porte, y es por ellos que siempre se han tenido que comprar en otros países.

En este último lote de locomotoras, llegó a Cuba la locomotora conocida como “La Junta de Fomento”, la más antigua conservada en nuestro país. En el año 2002 fue declarada Monumento Nacional. Cuando era un niño, la pude ver muy de cerquita en la terminal del trencito de vapor del Parque Lenin. Hoy se conserva en el Museo del Ferrocarril de Cuba, en la ciudad de La Habana.

Otro suceso relacionado con la historia del Ferrocarril Cubano que deseo que conozcan es el surgimiento del único tren eléctrico de Cuba, muy querido por todos los matanceros, los cuales estamos luchando para que ese tesoro de la Patria nunca deje de existir.

El conocido por ustedes Tren de Hershey fue inaugurado por el millonario norteamericano Milton S. Hershey, quien en 1916, compró más de 24 200 hectáreas de campos de caña de azúcar en el litoral norte de las provincias de la Habana y Matanzas, para la fabricación de su famoso chocolate con leche. Para ello financió la construcción de un Central azucarero con su respectivo batey, al cual nombró con su propio nombre, y una la línea férrea entre los puertos de la Habana y Matanzas, que le permitía extraer sin dilaciones su azúcar desde el ingenio hacia esos dos importantes puntos de embarque, para luego enviarlos sin demora alguna hacia los Estados Unidos. El transporte de pasajeros, también resultó ser un negocio lucrativo para el hombre de negocios yanqui.

Cuando triunfó la Revolución ya hacía muchos años que los herederos de Milton Hershey, fallecido en 1945 habían vendido la industria azucarera, los sembrados de caña y el ferrocarril a la Cuban-Atlantic Sugar Company. A esta última compañía el millonario Julio Lobo se los compró en 1957. Cuando triunfó la Revolución, esas propiedades fueron nacionalizadas, y pasaron a ser propiedad del pueblo de Cuba.

El Tren de Hershey, que también sufrió los efectos del período especial, y el bloqueo norteamericano, subsiste con grandes cuotas de sacrificio y amor de sus trabajadores, quienes han llegado a conservar hasta tres vagones originales, de aquellos que en 1917 inauguraron los viajes.

Para mí en lo personal el trencito de Hershey me resulta entrañable, porque de niño viajaba en él para visitar a mi abuelo, guajiro isleño que vivía en el poblado de San Antonio, uno de los 47 paraderos del ferrocarril. La imagen de aquellos vagones donde se montaban los guajiros con las botijas de leche recién ordeñadas, o las gallinas con las alas cruzadas y las patas amarradas, ha quedado para siempre en mi memoria. El tren de Hershey es también el medio de transporte que de manera segura y puntual, y a muy bajo costo me permitió viajar semanalmente a la Habana, en mi etapa de estudiante universitario, y joven profesor en adiestramiento. Cuando en 1999, hacía mis experimentos en la CUJAE, en pleno período especial, el tren de Hershey, que me permitía viajar desde la Capital a Matanzas, por el precio de 3 pesos cubanos, fue mi tabla de salvación.

Pero amo al tren de Hershey por encima de todas las cosas, porque en una noche de noviembre de 1985, mientras viajaba de regreso a casa, conocí a la compañera de mi vida, mi amada esposa, y tú mamá hijo querido. En el tren de Hershey nos hicimos novios, y sentados en uno de sus vetustos asientos, nos dimos el primer beso. Por ello, si algún día los verdes y rojos vagones eléctricos dejaran de funcionar, sentiría como si perdiera uno de mis amigos más queridos.

Bueno, basta por hoy. La historia del primer ferrocarril de Latinoamérica es mucho más enjundiosa y extensa, pero haría el relato muy largo, y el objetivo era únicamente hablarles de los inicios del ferrocarril cubano. Quizás otro día les cuente acerca de las locomotoras cañeras, o de la toma del tren blindado de Santa Clara, o de la fabricación de los coches ferroviarios en Cárdenas, en fin de otros temas relacionados con la historia de los trenes y locomotoras en la isla. Por hoy solo me queda exhortarlos como siempre a que sean buenos niños, y sobre todo que no pierdan nunca la sed del conocimiento, porque el hombre conocedor del mundo que los rodea, siempre estará en capacidad de ser más útil a los demás.

Un beso de papá y tío:

Eduardo

Vagón del Tren de Hershey