viernes, 28 de diciembre de 2012

Cuba y sus maestros.


El relevo generacional está garantizado


Por Eduardo

Cuba, no sería Cuba sin sus maestros. En los días en que tradicionalmente celebramos en la isla la “Jornada del Educador”, es costumbre, y claro que debe, y tiene que ser así, hacer mención de nombres como el de José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Rafael María de Mendive, Enrique José Varona, Moralitos, y tantos otros que dieron origen a una de las tradiciones pedagógicas, más significativas de Hispanoamérica. Tradición, que constituye a la vez a lo largo de nuestra historia, fuente del pensamiento humanista más avanzado de todas las épocas.
Esta sola mención bastaría, pero no sería suficiente. En Cuba, y es algo de lo que todo aquel, que se precie de haber nacido en esta tierra, debería enorgullecerse; la mayoría de los Padres Fundadores de la nación, y numerosos héroes y mártires, han contribuido como quería Martí, a la educación de los demás.
Horas antes de su martirologio en San Lorenzo, el Padre de la Patria, como en tantos otros días, mientras esperaba el salvoconducto para salir al injusto exilio; precisamente de manos de aquellos que cometieron el crimen de lesa Patria que constituyó su destitución como Presidente de la República de Cuba en Armas, dedicó sus últimas horas a enseñar a los niños de la prefectura mambisa donde se alojaba.

Nuestro Apóstol, durante varias etapas de su forzoso emigrar, mientras preparaba la guerra necesaria que permitiría, en la tierra de sus amores y sus dolores, fundar la República “con todos y para el bien de todos”; ejerció el magisterio de manera casi ininterrumpida. El sobrenombre de “El Maestro” se lo asignaron a Martí los obreros tabaqueros, en su mayoría negros y mulatos, a quienes noche a noche daba clases de manera gratuita en la ciudad de Nueva York.
Cuando en nuestra tierra, durante la República de la Chambelona y la Botella, hubo muchos hombres sin decoro; anónimos maestros de humildes escuelitas públicas, donde podía faltar un pupitre, pero nunca un ramo de rosas blancas colocado al pie del busto de Martí, depositaron en el alma de sus alumnos, la semilla de la libertad.
Los ejemplos pudieran multiplicarse hasta el infinito, pero es casi imposible describir en tan breve espacio de tiempo, tanta grandeza humana. De todos ellos resaltamos por su importancia el de Mella y Villena en la Universidad Popular “José Martí”, el de Pepito Tey y Frank País batiéndose a tiros en las calles de la Ciudad Héroe contra los esbirros de la dictadura batistiana, el del Che enseñando a leer a los analfabetos de su tropa después de largas horas de marcha y combate, y el magisterio inconmensurable de Fidel, a lo largo de los años heroicos de nuestra Revolución.
El triunfo del ideal de justicia en nuestra tierra, al situar la educación como uno de los principales derechos del hombre; trajo consigo la mayor revolución en el campo educacional en la historia de este hemisferio. La voluntad política de la naciente Revolución, se tradujo en la grandiosa campaña de alfabetización cuya culminación hace ya 51 años celebramos hoy.
Pero la alfabetización por sí sola no hubiese sido suficiente. Se multiplicaron las escuelas de todo tipo, los cursos de seguimiento, las Batallas por el 6to y el 9no grado, las Facultades Obrero Campesinas, las Escuelas Pedagógicas, las Universidades, en fin, que toda la Patria se transformó en una gran escuela.
Nuestra propia Universidad de Matanzas, es un ejemplo palpable de la obra de la Revolución en el campo de la Educación. Obra que nos alcanza no solo a nosotros mismos, sino que a través de nuestros becarios de países hermanos, y el trabajo de nuestros profesores en otras naciones, ha contribuido a elevar el potencial científico de aquellos habitantes del Sur, olvidados por las potencias imperiales que crearon el mundo desigual e injusto, en el que hoy vivimos.
Con este post, rendimos en primer lugar homenaje, a uno de los miembros más queridos de la Universidad de Matanzas, quien por primera vez no nos acompañó en el acto por el Día del Educador; el inolvidable Angelito Mendoza, con cuyo nombre recientemente los compañeros de la Vicerrectoría de Administración y Servicios, inauguraron un salón de reuniones.
A nuestros fundadores, a los profesores a tiempo completo, consultantes, y a tiempo parcial; al personal de apoyo a la docencia, a los trabajadores de las áreas de servicio, a nuestros estudiantes, a nuestros jubilados, a los premiados por sus relevantes resultados, en fin, a cada uno de los miembros de nuestra comunidad universitaria, llegue en el Día del Educador la felicitación más sincera de este hermano de batallas.

¡Que viva por siempre la Educación Cubana!

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