Guapería de barrio.

La preparación para la defensa tarea primordial de los
revolucionarios cubanos. 

 Por Eduardo

Cuando era un niño no me perdía una sola de las emisiones del programa humorístico televisivo San Nicolás del Peladero. Dentro de la constelación de personajes inolvidables que cada jueves a las 8.00 pm entraban en los hogares de los cubanos de mi generación se encontraba uno interpretado por el genial Enrique Arredondo; Cheo Malanga. Este era nada más y nada menos, el guapo oficial de la Alcaldía del ficticio pueblito cubano de San Nicolás del Peladero, encabezada por Plutarco Tuero. Cheo Malanga, portaba en la cintura un cuchillo enorme de carnicero, el cual poseía hasta nombre propio, “Perico”.

En cada programa Cheo Malanga pronunciaba amenazas blandiendo su arma por sobre la cabeza para justificar la “botella” del dinero público que recibía de la Alcaldía. La más popular de todas era: ¡Perico pide sangre! Como el guapo de marras era afiliado al Partido Liberal, tenía su contrapartida en el Partido Conservador, un guapo titulado en la Academia de la Calle nombrado Maraña, interpretado por uno de los negros más cómicos que parió esta tierra; Pedro Bascot. Claro que ni Cheo Malanga, ni Maraña eran tan guapos como se pintaban, y resultaba hilarante ver los enfrentamientos entre ellos, en los que cada uno de ellos reclamaba a los presentes, “¡Aguántenme o si no aquí va a correr la sangre!”

Y todo parece indicar que en los últimos tiempos en el país del norte, la actual administración se ha llenado de guapos de astracán. Todos sin excepción repiten con relación a sus planes agresivos contra Venezuela, “all options are on the table”. Sus acciones apuntan sin lugar a dudas a llevar su política agresiva en contra de la República Bolivariana hasta el punto de no retorno, que en este caso implica la agresión armada a la hermana nación latinoamericana. Se manejan varias variantes entre las cuáles se cuentan: sedición en los mandos y levantamiento de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, uso del Ejército de Colombia como carne de cañón, creación de un ejército cipayo a partir de la oposición venezolana como una nueva versión de los “contras” nicaragüenses, y por último el empleo de los mal llamados “contratistas” que no son otra cosa que mercenarios al estilo de la tristemente célebre “Empresa de Seguridad” Black Waters.

El último intento fallido de Golpe de Estado, que incluyó la participación del autoproclamado Juan Guaidó y el prófugo de la justicia Leopoldo López, demostró que la FANB se mantiene mayoritariamente leal al Gobierno encabezado por Nicolás Maduro, y que la unión cívico militar entre el pueblo venezolano y sus militares constituyen un bastión muy rocoso para los amos del imperio y sus cipayos locales.

Se puede esperar cualquier cosa de la oligarquía colombiana y de su gobierno Uribista, encabezado por Iván Duque, empeñado en demostrar su sumisión al imperialismo. El contrabando de productos venezolanos a través de la frontera común entre los dos países que antiguamente conformaron “La Gran Colombia” de Bolívar, principalmente de petróleo y sus derivados, constituye una de las principales fuentes de enriquecimiento de los oligarcas colombianos. Esos mismos que no solo tienen vínculos con el narcotráfico, sino que además dirigen ejércitos paramilitares que asesinan diariamente a decenas de líderes sociales y políticos, así como antiguos miembros de las FARC, en abierta violación de los acuerdos de paz firmados entre esa antigua guerrilla y el estado colombiano, en la capital de todos los cubanos.

La presencia de John Bolton como asesor de defensa del Presidente Trump, uno de los creadores de los contingentes contras en Honduras durante la década de 1980, también abre la posibilidad de que en los próximos tiempos se produzcan acciones armadas en contra de la constitución bolivariana y el legítimo gobierno electo del Presidente Maduro.

El empleo de mercenarios en los actuales focos de conflictos en muchos confines del globo, muestra que los llamados “perros de la guerra” siempre se encuentran dispuestos a hincar sus colmillos en cualquier lugar del planeta donde puedan lucrar con la sangre de sus semejantes. Y así anda el mundo, revuelto por la guapería de los actuales inquilinos de la Casa Blanca. No recuerdo una sola medida en favor de la humanidad.

Todo se convierte en sus bocas en retórica amenazante y sanciones. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, China, Irán, Siria y hasta la Unión Europea reciben amenazas y prepotencia de los que se creen amos del mundo. Quieren ir a la guerra, solo que no personalmente. No son como me dijo un día un amigo, halcones de pura raza, sino halcones gallina, que mandan a otros a morir mientras ellos siguen viajando en sus aviones lujosos y limosinas blindadas. A diferencia de nuestro Apóstol, quien entendió que si había convocado la Guerra Necesaria, él debía estar en la primera línea, como hizo aquel día fatídico de Dos Ríos, a estos nuevos héroes de América First no les pasará nunca por la cabeza ofrendar sus vidas en el campo de batalla, para eso están los pobres que les sirven.

Pero como en esta vida nada es absoluto, la guapería puede ser contraproducente. Como decía mi abuela, cuando uno entra en la bronca se lleva dos jabitas, una la de ganar y la otra la de perder. A pesar de todas las películas mentirosas de Hollywood donde sus estrellas de cine representan a supersoldados en diferentes escenarios de guerra, la realidad es que desde la Segunda Guerra Mundial, las tropas yanquis no han ganado una verdadera guerra. Las brutales invasiones contra indefensos países del Tercer Mundo como la invasión a Granada o Panamá no cuentan. Debieran recordar sus fallidas aventuras militares en Viet Nam, Somalia, o el intento de rescate de los rehenes en Irán.

En el caso de Cuba, ya lo indicaron Raúl y Díaz Canel, trabajaremos por la economía, pero sin dejar de prepararnos para la Defensa. Ese fue también un mandato de Fidel.