¡Feliz Día de los Enamorados!

Matanzas, la ciudad de la poesía. Foto: Trabajadores

 Por Eduardo

Como todo buen matancero, una vez quise hacer poesía en serio. Y aunque hace ya un buen rato que no he escrito un solo verso, quizás porque mi vida se ha perdido por los senderos del trabajo, que casi no me deja tiempo para dedicarle el tiempo que la poesía precisa, todavía añoro los tiempos en que no me perdía una sola tertulia poética en mi romántica ciudad. También he llegado a pensar que en mi caso, de tanto leer la mejor poesía escrita en lengua española, me auto convencí de que nunca llegaría a alcanzar la altura de los grandes maestros.

Fueron los años 80 del siglo XX en Matanzas una etapa pródiga para la poesía. Hubo como una explosión de poetas jóvenes que marcaron la vida literaria de mi generación. Acudía a menudo a los recitales que realizaban en el Patio Colonial de la Sacristía de nuestra Catedral, en la Sala White, o en la desparecida Casa de la Trova, poetas como Yaquelín Font, Héctor Escobar o Luis Marimón, a quien a pesar de su fama bohemia y triste final considero un importante eslabón de la matanceridad. A Marimón le sucedió lo mismo que a Plácido, nació en La Habana, pero la poesía lo convirtió en raigambre esencial de la Ciudad de los Puentes.

Cuando nuestra Ediciones Matanzas hace unos años publicó una antología suya, en la cual se contaba que había muerto alcoholizado en la norteña ciudad de las Vegas, a donde había ido a parar por cuestiones que nunca he llegado a entender; porque el poeta que yo conocí en nuestro taller literario de la Universidad, me confesó varias veces su admiración por la obra cultural de la Revolución, más allá de su amor por Cuba y Matanzas, que estaban fuera de toda clase de dudas o cuestionamientos, sentí que una parte de mis recuerdos de juventud se perdían para siempre. Un día al leerle una de mis rimas me soltó una de sus frases típicas: - Chama, hasta que no aprendas que sin sufrimiento no hay poesía, todo lo que estás escribiendo lo puedes usar para limpiarte el…

Como he relatado en otro trabajo escrito en este blog hace unos años, crecí en la otra cuadra de Carilda Oliver Labra, en la acera de los números impares antiguos de la Calzada de Tirry. Carilda vivió en su famosa casa de Calzada de Tirry 81, y la de mi familia, que no es nada famosa, es todavía Calzada de Tirry 71.

Fuera de los poetas de Matanzas hice míos los versos de Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Marilyn Bobes y Nancy Morejón. Adoré hasta la idolatría los versos de Wichy “El Rojo” Nogueras, Renael González y Guillermo Rodríguez Rivera. A Buesa lo conocí ya siendo estudiante universitario, y me enamoré de su melosa cursilería. Sin embargo las poesías de José Lezama Lima y de Dulce María Loynaz nunca fueron de mi preferencia. Creo que quizás por mi origen solariego el rebuscamiento idiomático de Lezama, y el alejamiento de la Loynaz de las problemáticas con las que creció mi generación, y a pesar de que me obligué a leer sus obras, nunca lograron conmoverme.

Hace unos días conversando con una joven amiga en una librería le señalé un libro del “Moro” Fayad Jamís, y me dijo con mucha naturalidad: - Yo no leo poesía. En mi generación de la Escuela Vocacional de Matanzas, era común que los muchachos le descargaran a sus amores, los Veinte Poemas de Amor y la Canción Desesperada de Neruda, o los poemas de Mario Bennedetti, sobre todo “Táctica y Estrategia”. Además de la pura poesía literaria, nuestro gusto musical estuvo marcado por la Nueva Trova, que no es otra cosa que poesía musicalizada, al punto de que compré un día el libro editado por Víctor Casaus, otro poeta de altos quilates, con las canciones de Silvio Rodríguez cuyo título es “Que levante la mano la guitarra”.

En conclusión, que en vísperas del Día del Amor, y por ser mañana 14 de febrero viernes, día en que habitualmente publico mis post, pensé que no encontraría un mejor tema para esta semana que la poesía. Y pongo al final a la consideración de los que lleguen a leer este post uno de mis poemas de juventud, que no ganará el Premio Nacional de Literatura, pero que si algo tiene de auténtico, es precisamente el hecho de que es de mi autoría, y no un plagio oportunista. Como a todo buen comunista y revolucionario cubano, al decir del Che, a mí me mueven puros sentimientos de amor, y es por eso que transmito una felicitación calurosa a todos los que en mi tierra cultivan ese supremo sentimiento, a pesar de que ciertos y determinados personajes, a quienes no mueve el amor, sino el odio más visceral sueñan con borrar nuestros sueños de la faz de la tierra.

¡Muchas Felicidades!

EL BESO.

XXIII

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso..., ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

Gustavo Adolfo Bécquer

Fue un instante fugaz, solo un destello

que se perdió en la inmensidad del tiempo

en que el divino rostro de una diosa

un simple mortal rozaba con sus dedos.

Ese segundo quizás turbó su mente

y la prudencia se marchó volando lejos

en forma osada y atrevidamente

sobre una rosa de coral colocó un beso.

Quizás no debió nunca cruzar esa barrera

quizás le agobie el arrepentimiento

pero ese solo instante valió toda una vida

y toda su vida recordará él, ESE BESO.

Eduardo